A veces despierto y tus ojos
son mercados de dulce quincalla
en el poso solitario de un café.
Te miro y bullen los pregones
de nuevos géneros:
la luz de una taza encolada
para guardarme en los labios
el nombre que me inventas
o las artimañas a medias con el mar
para hacerme llegar su murmullo.
Todo es mercado a su paso.
Pero al anochecer,
me crecen las barcas
y soy solo una tela azul.
Se me envalentonan los vientos
que bambolean los toldos vacíos
y se espesan las dulzainas y la fruta abierta,
y los licores rotos,
y la reflexiva fanfarria de la soledad.
Pero otras veces despierto en tus ojos
la chispeante alegría del trueque
y pongo en tango a mis olas
para que lleguen a tus mercados.