Descúbrete
analfabeta de rutinas, primitiva
con petazetas en la boca —y en los sueños —,
que chasqueen los dedos tus monos chamanes
y en un chas piz pum el mundo
girado en un día cualquiera
de cierre de lavadoras.
Que tus bolsillos rebosen canicas,
chamarilería de antiguos mercaderes
y agites un salero de mago
y los versos usados te negocien
con una hebra de fe y algunas monedas
chas piz pum de tu suerte.
Descúbrete
en el pliegue pizpireto
de un volantín de papel, pajaritas
de viejos poetas que destrencen la rienda
febril de lo mundano
y alisen, replieguen e inspiren –chas piz pum–
las dobleces de este juego de origami.